1 de septiembre de 2012

Postal desde Benín - Tanongou

En el noroeste de Benín existe una cadena de montañas no muy alta pero de belleza espectacular: la cadena de Atakora. Se extienden varios kilómetros alrededor de Natitingou, un pueblo de unos 5.000 habitantes a diez horas de autobús de la costa. Allí viven pueblos que conservan muchas de sus costumbres ancestrales, como los otammari (llamados despectivamente somba por los colonizadores franceses), los natemba o los gourtmanché, originarios de la vecina Burkina Faso.
Tanongou es un pueblo perdido en esta región perdida. Una villa pequeña, de apenas una cincuentena de casas, enclavada en medio de un profundo valle, a medio camino entre Tanguieta y Batia, la población desde la que se accede al Parque Nacional de Pendjari, que forma parte del Parque Transnacional de la W, que se extiende por todo el norte de Benín y el sur de Burkina Faso y Níger.
Llegamos a Tanongou al atardecer, tras un cansado día recorriendo el Parque Nacional Pendjari. Esta frase que viene es muy de turista supuestamente aventurero, pero no deja de ser cierta: Elena, Ángel y yo éramos seguramente los únicos blancos en varias decenas de kilómetros a la redonda y, claro, sentimos que estábamos viviendo un momento muy especial.
Bernard, nuestro conductor, y Salim, nuestro guía hausa, nos depositaron en Chez Elise, una amplia casa africana en la que su dueña, una simpática mujer gourtmanché, ha adaptado dos habitaciones para huéspedes. Hay que aclarar que una casa africana no es una casa europea. Las casas africanas tradicionales suelen ser compounds, recintos semivallados dentro de los cuales se incluyen varias edificaciones, bien en forma de choza bien en forma de casa más al estilo europeo (planta rectangular y tejado a dos aguas), cada una de ella destinadas a un uso concreto (normalmente, una casa para el hombre, una para cada una de sus esposas y su prole, una para otros parientes agregados a la unidad familiar y así).


Nuestras habitaciones estaban dentro de un pequeño recinto dentro del gran recinto de la casa de Elise. Eran dos chozas circulares de adobe en las que hay instaladas unas grandes camas con mosquitero. Al lado, en otra choza de adobe, había un wc seco (una gran silla, un verdadero trono en el que se abre un hueco bajo el que se coloca un gran balde de latón dentro del cual defecamos y miccionamos, cubriéndolo todo con arena; material que se aprovechará luego, todo revuelto, como abono) y un pequeño cercado de adobe que tapa a una persona a la altura del pecho y que hace de ducha al aire libre. Acalorados tras más de doce horas de recorrido en coche, la básica ducha a base de cubazos de agua arrojados con tacto por sobre nuestras cabezas nos sentó tan bien como una sesión de spa. 


Tras la ducha, nuestro cansancio apenas nos dejó comer, a la luz de una lámpara alimentada por energía solar (a Tanongou no llega la luz eléctrica), una perezosa cena aderezada con un vino que compramos en Natitingou (estando Ángel por medio, es difícil perdonar una cena sin brindar con zumo de uva fermentada) y echarnos a dormir. En la cama, a través de las someras paredes de adobe de mi cuarto escuchaba el ir y venir de gente, los balidos apagados de las cabras y los ladridos de los perros. Los pacíficos ruidos de una perdida comunidad en unas perdidas montañas del lejano Benín.
Pasamos poco tiempo en Tanongou. Apenas dormir esa noche, visitar su espléndida cascada y salir pronto en la mañana siguiente para Natitingou, y dar por terminados cinco días de viaje estupendo, organizados por una empresa beninesa, Eco-Benin, de la que siempre guardaremos el mejor de los recuerdos.
Durante unas horas, fuimos para la gente de Tanongou un elemento novedoso, un grupo al que mirar con curiosidad. Con la misma curiosidad con la que nosotros les mirábamos a ellos, por supuesto. Me pregunto si nuestras gorras y camisas de viaje, nuestras mochilas y nuestras cámaras les parecían tan exóticas como a nosotros nos lo parecían sus trajes, sus escarificaciones, su pausada calma de campesinos africanos. Apuesto a que sí.
Espero que las fotos que vienen a continuación os parezcan igualmente dignas de vuestra curiosidad.






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