10 de septiembre de 2012

Postal desde Ghana - El ferry a Anyanui I

Son las ocho de la mañana. Todavía no nos hemos despertado del todo, tras un rápido café y un viaje en moto taxi, cuando llegamos al muelle de Lapaña, en Ada Foah. No sabemos con certeza a qué hora parte el ferry de los miércoles para Anyanui. Algunos nos han dicho que a las ocho, otros que a las ocho y media. Las cosas en África son así. Para saber con certeza un dato tienes que hacer una pequeña encuesta y, después, aplicar medias aritméticas, dejarte guiar por la intuición o, lo más prudente, pecar de precavido. Sobre todo si se trata de horarios. Lo de pecar de precavido tiene sus matices. Unas veces hay que pecar de precavido llegando pronto y, otras, llegando tarde. Un poco lioso, sin duda. Y, claro, también influye la suerte. Ya veis que, como acostumbro, me voy por las ramas. En fin, al barco, que es a donde íbamos.
Nos alegramos de haber tomado como cierta la referencia más temprana, ya que el ferry estaba ahí, a punto de partir. Unas treinta cuarenta personas ya están sentadas en sus amplias cabinas, la proa abatible está ya medio llena con algunas mercancías -esteras, bidones, grandes y medianos bultos envueltos en telas- y algunos pasajeros de última hora terminan de acomodarse y de acomodar sus bultos.
Elena, Ángel y yo subimos al segundo piso del ferry. El aire nos vendrá bien para despejarnos y, además, así podemos vivir nuestra pequeña aventura con mayor intensidad, disfrutando plenamente de la travesía del Volta desde la pequeña cubierta superior que rodea el puente de mando.


Desde luego, somos los únicos blancos a bordo. Y lo que para nosotros es, como digo, una pequeña aventura, para las personas que nos acompañan no es, en la inmensa mayoría de los casos, más que otra jornada de trabajo. Mucha gente en África, sobre todo mujeres, se gana la vida en ese constante movimiento de mercado en mercado, practicando una economía casi de trueque, guardando precarios equilibrios entre la pobreza digna y la miseria.
Os pongo un ejemplo. Una de las mujeres que monta en el ferry a lo largo de la travesía llevaba sobre su cabeza una gran palangana de latón con unos seis u ocho cocos dentro. Pongamos que son ocho. Ocho cocos, vendidos a 50 pesewas cada uno, dan un total de 4 cedis. Contando con que el transporte de ida y vuelta al mercado de Anyanuí le cuesta más 0 menos un cedi, y con que venda todos los cocos, obtendrá hoy un beneficio neto de tres cedis (poco más de un euro). Apenas lo suficiente para comprar algo de arroz o de mandioca con lo que alimentar a su familia durante uno o dos días. Una vida dura, ¿no?


Pese a ello, la mayor parte de la gente del barco esta alegre. Sonríe y conversa animadamente con sus vecinos. Y es que en África los días de mercado no son sólo días de negocio. Son también días para lucir trajes bonitos, para conversar y encontrarse con amigos, contarse novedades, chismorrear...


Claro, os he escamoteado un dato fundamental. ¿Por qué cogemos el ferry precisamente un miércoles? Pues porque ese ferry sólo hace la travesía entre Ada y Anyanuí los miércoles. Porque sólo el miércoles se celebra mercado en Anyanuí, un pequeño poblado justo en el otro extremo del estuario del Volta. Ese estuario que nos disponemos a cruzar en un vetusto pero en apariencia robusto barco.


Como hace mucho que no os dejo nada de música, os propongo amenizar este punto y aparte con un par de éxitos de este verano en Ghana:


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