22 de diciembre de 2012

Aleksei Sokolov - un rebelde imprescindible que cuida de la alegría del mundo con su decoro

Albert Camus explica, en su maravilloso ensayo El hombre rebelde que un rebelde es alguien que dice "no". Pero no todo el que dice "no" es un verdadero rebelde. El verdadero rebelde dice "no" para decir "sí". Niega una realidad para afirmar un bien mayor. Dice no, por ejemplo, a las violaciones de los derechos humanos en las prisiones rusas para decir sí a la dignidad que tienen los presos rusos. La dignidad inherente a todas las personas. En un momento comprenderéis el por qué de este ejemplo.
Una de las más conocidas frases de Bertold Brecht es la que dice: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles".
No tan conocida como ésta, hay una frase de Caetano Veloso en la canción Podres Poderes (Poderes podridos) que ya he citado en este blog y que habla de aquellos "que cuidan de la alegría del mundo".
Para terminar con la introducción pedante, me voy a dar el lujazo de citar al padre de la patria cubana. José Martí, además de un luchador por la libertad de Cuba fue un gran poeta y un notabilísimo prosista. Uno de sus empeños más memorables fue La edad de oro, una revista dirigida a los niños. En su primer número, en un artículo dedicado a glosar la figura de Bolívar, San Martín e Hidalgo, los héroes de la independencia de América Latina, escribía sobre la luz y el decoro en estos términos: 
"Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados".


En fin, como ya os habéis dado cuenta, este post va para largo. Posiblemente os estáis preguntando a santo de qué viene mezclar citas de un filósofo existencialista francés, del pope del teatro de vanguardia alemán de los años veinte, de un cantautor brasileño y un poeta cubano considerado el apóstol de la independencia de su país. 
Pero creo que todo tiene un sentido. Con las cuatro citas he querido rendir homenaje y explicaros los sentimientos que despiertan en mí gentes como Aleksei Sokolov, a quien he tenido el privilegio de tratar a lo largo de los quince días que ha pasado en España invitado por Amnistía Internacional.
Aleksei es lo que en Amnistía Internacional llaman un defensor de los derechos humanos. Es el director de una organización que trabaja en favor de los presos y ex presos en la región de los Urales, en el corazón de la Federación Rusa. La organización se llama Pravovaia Osnova (Base Legal) y presta asistencia social y jurídica a presidiarios y ex presidiarios. Como parte de ese trabajo, denuncia las constantes violaciones de los derechos humanos de las personas que están en prisión. Así las resumía Aleksei en el curso de una entrevista:
"En las prisiones rusas se quiere matar todo lo humano de las personas para que se conviertan en esclavos controlables. Los problemas principales son la impunidad de los carceleros, la ignorancia de las reclamaciones de los prisioneros y el maltrato a base de palizas con palos, con patadas, con botellas de plástico llenas de agua para que no queden huellas. En la mayoría de las prisiones, los carceleros piden dinero a los prisioneros por todo tipo de cosas: para obtener la libertad condicional, o para que no te golpeen. La corrupción está muy presente en los centros penitenciarios. Todo tiene que ver con los sobornos". 

Hablar de este tipo de cosas en Rusia no sale gratis. Aleksei ha sufrido hostigamiento por parte de las autoridades, que le han confiscado bienes, amenazado, ofrecido sobornos y hasta inventado acusaciones contra él para hacerle pasar tiempo en la cárcel y desacreditar su trabajo. Él me contaba así la secuencia de hechos que, en 2009, acabó llevándole a la cárcel:
"Cuando en 2008, el presidente Medveded aprobó la ley de control sobre los centros penitenciarios yo solicité ser miembro de la comisión pública de control de los centros penitenciarios de la región de Sverdlosk. Después de conseguirlo, comencé a visitarlos. Todo lo que veía en las cárceles lo hacía público. Preguntaba acerca de dónde iba a parar todo el dinero del presupuesto que tenía que dedicarse a obras en las prisiones y a comprar productos para los presos".
Las autoridades de la región estaban muy descontentas con esto. Al final, me detuvieron en mayo de 2009. Poco antes, un alto funcionario del gobierno regional me había intentado sobornar para que dejase de hablar y hacer preguntas incómodas. Yo me negué y él me amenazó con la cárcel. Pasado un mes, estaba en prisión".
Cuando me detuvieron, llevaba en brazos a mi hija de dos años. Ni me di cuenta de quiénes eran las personas que se me acercaron. No sé identificaron en ningún momento. Cuando me apartaron de mi niña, yo empecé a forcejear para protegerla. Eso fue luego calificado de agresión en contra de la policía".
(En una charla en Guadalajara que también tuve la suerte de compartir con él, Sokolov, haciendo una pausa en medio del dramático relato de estos hechos, contaba cómo su niña de dos años mordió a uno de los agentes en un dedo durante el forcejeo y cómo este hecho se utilizó de base para la acusación de agresión. Divertido, Sokolov aseguraba: “evidentemente, los forenses determinaron que no había sido yo quien había mordido al policía”. Los allí presentes no pudimos evitar dejar escapar una carcajada).
Me llevaron a la comisaría y me acusaron de un crimen que supuestamente había cometido hace cinco años. Me ofrecieron que reconociera mi crimen y que me dejarían ir. Lo rechacé. Entonces me procesaron. El juicio se basó en declaraciones de presos. No se presentó ninguna prueba. Pasé en la cárcel dos años y cuatro meses".


Impresionado por el relato, pese a que ya conocía de antemano la historia, no se me ocurrió otra cosa que preguntarle, como algo casi evidente:
-Después de pasar por la cárcel, ¿no hubiera sido más fácil abandonar? ¿Por qué has seguido tu trabajo de defensa de los derechos humanos de los presos?
-Bueno, alguien tiene que ocuparse de estos asuntos en Rusia- contestó Sokolov con pasmosa tranquilidad.

Esto es lo que más me ha impactado de Aleksei durante los ratos en que le he tratado. Más allá de sus méritos como defensor de los derechos humanos, creo que su testimonio atesora una lección mayor. Él es un tipo que está amenazado, que ha sido maltratado en prisión, que afronta día a día un trabajo duro, una pelea ingrata en un país en él que -él mismo lo dice- la libertad, la democracia y los derechos humanos tardarán por lo menos una generación más en consolidarse.
Sin embargo, a mí y a todos los que le hemos tratado estos día, Aleksei nos ha infundido alegría. Sonriente, nunca decía que no a una charla con activistas o a una entrevista. Curioso, en lugar de aprovechar ratos de inactividad para descansar pedía que le lleváramos a dar paseos por Madrid. Sereno, habla del dolor, de las escenas de crimen y castigo que  hoy por hoy dominan la vida rusa con tranquilidad.
No se siente imprescindible, sino parte de una maquinaria vital que acabará por traer a su país un sistema más justo y humano. Sin embargo, Aleksei es imprescindible. Es un rebelde imprescindible. Un rebelde imprescindible que dedica su vida a cuidar de que en el mundo se expandan las fronteras de la alegría y el decoro.
Sin duda, es un gran honor y un privilegio haberle conocido.





En fin, os dejo con otras rebeldes rusas: las Pussy Riot. Dos de ellas siguen en prisión y deben ser liberadas cuanto antes. Pero bueno, ésa es otra historia (y, al mismo tiempo, la misma).

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