20 de marzo de 2013

Cumplemeses feliz (homenaje)

Hoy se cumple un mes de mi llegada a Londres. No me he parado a hacer balance de este mes, porque soy de ese tipo de personas que tiende a hacer balance constantemente de su posición en el mundo. Es una bendición cuando te va bien. Aunque suele ser bastante frustrante cuando la realidad te mira con cara de perro. De todas maneras, quitaros la sonrisa cínica de la cara, porque, sí, claro, lo voy a reconocer. Si me paro a escribir estas líneas es porque de alguna manera estoy haciendo balance. No pasa nada. Dejo de hacer balances como dejo de fumar: constantemente. Unas diez-quince veces por día. Hasta que comienzo a fumar un nuevo cigarrillo. O hacer un nuevo balance. Supongo que ambas cosas son un tipo de adicción.
Ya sabéis que me lío, así que no os sorprenderá para nada el anterior párrafo.
Pero bueno, más que hacer un recuento de cosas que tengo y de cosas que me faltan, o repasar los escasos días de sol y los muchos de viento, lluvia o nieve que han hecho de este mes pasado lo que viene a ser un mes pasado; es decir, un conjunto de horas y acontecimientos (otra vez me enredo...). En fin, que más que de recuentos, estas líneas quieren ser unas líneas de homenaje.
Homenaje porque a pesar de que me he venido aquí con un buen trabajo, con un comité de recepción más bien cálido y acogedor que otra cosa, en fin, con cierta seguridad mínima garantizada, la idea de cambiar de paisaje humano me excitaba a menudo, pero me acojonaba casi siempre. Sin embargo, en estos días me he encontrado con mucha gente valiente que vino aquí hace meses o años sin nada garantizado. Lanzándose a la pura aventura de tratar de encontrar una vida mejor, una vida nueva o simplemente una vida. Ya hablé de alguno de ellos antes en estas páginas sin papel (Jose, la limpiadora de mi hotel, algunos españoles que me encontré en una fiesta...) y podría citar más ejemplos. No lo voy a hacer.
Pero me los imagino a algunos de ellos a su mes de haber llegado a Londres, sentados en el borde de la cama de una casa compartida con otras cuatro o cinco personas, tal vez sin trabajo, tal vez preguntándose qué hacían en esta ciudad tan vibrante como devastadora, con toda su gente lejos, sin afectos o sin nadie con quien compartirlos...
Quizás me estoy poniendo demasiado melodramático. Es otro vicio, como el de fumar, como el de hacer balance. Todos tenemos nuestros vicios y los míos creo que no le hacen mal a nadie. Si acaso, a mí.
En cualquier caso, dejadme que me ponga como quiera y que pida un deseo mientras soplo mi velita imaginaria sobre el pastel imaginario que tengo delante de mí. Dicen que los deseos se tienen que mantener en secreto para que se cumplan. Pero como en el fondo soy un exhibicionista (otro vicio más, ya lo sé), lo voy a compartir con vosotros: quiero llegar a sentirme parte de esta ciudad sin dejar de sentirme parte de todos los demás sitios en donde he vivido. Ojalá que se cumpla. Para mí y para todos mis compañeros.
Y ahora, a disfrutar de la música y, por supuesto, del último cigarrito antes de irme a dormir.



(No, no es un error. La canción habla de otra ciudad, pero de los mismos sentimientos. Reparad sobre todo en la frase: "I wanna be a part of it". En cualquier caso, es una gran canción y la canta un tipo todavía más vicioso que yo -cosa nada difícil, por otra parte. En fin: ¡salud!))

No hay comentarios: